Sobre "los baratos"


Hace unos meses nos solicitaron presupuesto para la reforma de un bar, trabajos que finalmente realizó el propietario del establecimiento con otra empresa teóricamente “más económica” (“los baratos”). Por medio de unos proveedores comunes hemos conocido el posterior descontento del hostelero porque la reforma realizada por “los baratos” distó mucho de cumplir con las calidades y plazos de entrega acordados. También se incrementó el coste final de obra con una serie de “trabajos fuera de presupuesto” con los que incluso fue superada nuestra oferta económica original.

Cuando ofertamos una reforma nuestra labor comercial termina en el momento que el cliente recibe su oferta. Con posterioridad no realizamos un seguimiento constante tal como por ejemplo nos tienen acostumbradas las compañías de telefonía o los operadores de otros sectores. Tampoco “mejoramos cualquier presupuesto” como frecuentemente escuchamos publicitar, y mucho menos utilizamos prácticas poco éticas y deshonestas en detrimento de empresas y compañeros de profesión, con el fin de conseguir la adjudicación del encargo.

Contratar una empresa de reformas no es como adquirir una prenda de vestir o un electrodoméstico, que dependiendo del comercio donde realicemos la compra podemos encontrar el mismo artículo a precios diferentes. Cada empresa de reformas cuenta con operarios de una mayor o menor cualificación y experiencia. El Convenio de la Construcción unifica y equipara los criterios en el ajuste de salarios, por lo que todos los profesionales del sector según su categoría profesional perciben la misma remuneración por su trabajo. Esto hace que la mayoría de “empresas legales” coincidamos en nuestras cotizaciones. 

Con “los baratos” ocurre lo contrario. Cuanto más baratos son los precios de una empresa de reformas, menor suele ser la cualificación de los trabajadores y peor la calidad y el servicio que prestan. Ningún auténtico profesional acepta cobrar en nómina menos de lo estipulado por Ley. Las empresas que permiten esto de alguna forma están defraudando a sus clientes.

 

Nadie “regala duros a cuatro pesetas”. Además de en la mano de obra, “los baratos” suelen utilizar otro tipo de estrategias. Entre las más frecuentes podríamos citar las siguientes;

 

• La realización de presupuestos sin incluir parte de los trabajos a realizar a sabiendas que están incompletos, para a posteriori incrementarlos económicamente con la excusa de poder terminar la obra. El presupuesto inicial de “los baratos” lógicamente es inferior al de las “empresas legales”.

 

• La omisión de las altas obligatorias para los trabajadores en los correspondientes Regímenes de la Seguridad Social y en el pago de los Seguros de Convenio, Responsabilidad Civil, Reconocimientos Médicos, Prevención, y resto de impuestos y tasas administrativas. Este tipo de “baratos” son fácilmente distinguibles porque realizan las reformas a puerta cerrada. En el momento que oyen: ¡¡“Inspección de Trabajo”!!, los ves a todos salir corriendo y saltando por las ventanas. Esta es sin duda la forma más vergonzosa de engañar al cliente. Además en caso de cualquier incidencia este se convierte en responsable subsidiario por dejar entrar en su Propiedad a trabajadores en situación laboral irregular.

 

• La utilización de materiales no homologados, descatalogados, con faltas, de segunda o tercera calidad o restos y sobrantes de otras partidas mayores. En caso de ser necesaria por cualquier circunstancia la reposición, esta no es posible.

 

"Los baratos" en reformas desgraciadamente siempre salen caros, y no entiendo como todavía a estas alturas hay quien no lo comprenda. Mientras que las empresas especializadas desarrollamos nuestro trabajo con unos plazos de tiempo ajustados, "los baratos" suelen dilatarse indefinidamente en el tiempo, con el perjuicio económico que esto conlleva para el cliente. 

 

La mayoría de usuarios inteligentes evitan a “los baratos” porque con toda probabilidad el resultado final de las obras no sea el deseado. La mejor manera de ahorrar tiempo y dinero es no correr riesgos y contratar los servicios de una empresa especializada, seria, consolidada y solvente, que por su trayectoria o referencias se implique en el proyecto y genere la suficiente confianza como para recibir el encargo de la reforma.


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